Con esta imagen se presenta la exposición de fotografías que acoge la Sala de Exposiciones de la UPV hasta el 23 de Noviembre. Quizá a simple vista nos resulte bastante abstracta, aunque podemos intuir de qué se trata, sobre todo por el nombre de la exposición. A mi parecer, esta imagen cobra más sentido cuando está acompañada de otras tres bastante parecidas, pero realizadas en lugares bastante lejanos entre sí. Pero luego entraré más en detalles.
Podemos decir de un modo general que la exposición trata de mostrar cómo conviven actualmente paisaje y arquitectura, naturaleza y edificios, paisaje y urbanismo, y los fuertes contrastes que hay entre ellos. Incluso, más allá de este hecho, las repercusiones no solo visuales, sino también el efecto que tiene la acción humana sobre el paisaje. Por supuesto, este tema cubre tantos aspectos que podemos imaginar varios ejemplos. Y verdaderamente, las fotografías que podemos ver son muy diferentes entre sí, pero cuando las observas un pensamiento común confluye en la mente: la visión del mismo espacio natural si la mano del hombre no hubiera intervenido en él. A veces se interviene positivamente, pero cuántas veces se da lo contrario, cuán distante es la proporción entre uno y otro hecho. Pues bien, eso también podemos comprobarlo. Sin embargo, hay un par de fotografías ante las que no se me dio esta situación: quizá por haberlo visto alguna otra vez, o quizá por formar parte ya del propio paisaje, da más una sensación de melancolía. O quizá sea más acertado decir, sensación de desolación e incluso abandono, cosa que también transmiten otras fotografías. Incluso hay algunas donde directamente lo impactante no es la reflexión acerca de ellas, sino la imagen en sí. Así pues, vemos como aun bajo un mismo tema cada imagen tiene una manera de representarlo y transmitirlo. Uno de las razones es, sin duda alguna, que las fotografías pertenecen a fotógrafos distintos.
Las imágenes están impresas en grandes tamaños, generalmente aproximados al 1x1m, aunque suelen ser algo más alargadas. Incluso hay algunas que se aproximan al 2x1m. Están distribuidas de forma que al acceder a la exposición la primera fotografía que vemos es la de la presentación, junto con otras parecidas del mismo fotógrafo. Luego continúan distribuyédose en tres pasillos, agrupadas por autor, excepto dos que aparecen enfrentadas. Los espacios entre ellas son amplios, de modo que estén individualizadas y puedan contemplarse sin nada que distraiga la atención. A eso también contribuyen las paredes blancas y la iluminación, orientada hacia las fotografías sin deslumbrar ni sacar brillos impropios, creando una atmósfera agradable y diáfana. Realmente todo está compuesto de modo que el observador pueda recapacitar y reflexionar con tranquilidad sobre lo que ve, sin que mirando durante mucho rato la misma imagen pueda aburrirse o por el contrario, acelerarse. El ambiente sin duda incita a la meditación.
Y quizá eso es lo que nos hace falta a todos, meditar. Me gustaría poder hacer un breve comentario de algunas de las imágenes, aquellas que por una razón u otra me han parecido más interesantes, o me han hecho reflexionar más.
En primer lugar, debo empezar por la presentación de la exposición y explicar un poco mi opinión de por qué se pudo elegir una de estas fotografías. Como he dicho antes, uno de los objetivos de la exposición es mostrar el contraste entre paisaje y urbanismo, entre otros aspectos. Pues las cuatro imágenes que podemos contemplar al entrar pertenecen a distintos lugares (que si no recuerdo mal, la mayoría estaban en España, pero en diversos puntos). Todas muestran carreteras a medio hacer, como si el asfalto estuviera recién echado sobre la tierra yerma y seca, sin vegetación alguna. Las únicas marcas que hay son las huellas dejadas por los vehículos. Tierras desérticas y nosotros construyendo carreteras. Y pasaremos por ellas obviando lo que nos rodea, cómo cada vez hay más tierra muerta y nosotros caminamos impertérritos por ella.
Otra fotografía que me llamó mucho la atención fue la de Ángel Marcos. Los contrastes en esta imágen son múltiples: un pequeño fragmento de hierba con un árbol verdes, el mar, y de fondo, una ciudad de acero y cristal: Manhattan, New York. Este contraste es más acentuado si observamos un cartel que hay a la derecha con un niño de rasgos indígenas bajo el que reza "The future". Y por último, lo que termina de descolocarte, es que en la foto todavía aparecen las Torres Gemelas en pie. A vosotros os dejo la reflexión, aunque realmente os invito que vayáis a verlas.
Antes he mencionado que alguna de las imágenes no parecía tan contrastada en un principio, pero quizá si os la describo veamos que tiene muchas cosas implícitas. La fotografía se llama "Sagunto, primavera de 219 a.J.C.". Detrás de todo ese verdor se pueden atisbar algunos edificios, y detrás el mar. A simple vista, todo parece transmitir gran calma y tranquilidad, como nos pasaría si fuéramos nosotros los que estamos sobre la montaña contemplando lo que hay a nuestros pies. Pero si nos centramos en esos edificios, en donde está la ciudad, podemos pensar en que ahí abajo no hay calma, no hay tranquilidad, no hay paz. La vida que llevamos es un torbellino acelerado donde no nos paramos a observar el mundo que nos rodea (volvemos a la idea que he mencionado antes). Todo es caótico,vertiginoso. ¿Hay o no hay contraste?
Por último nombraré las dos de Jose Mª Mellado, que fueron las que más me impresionaron (y no sólo por su tamaño). En una de ellas vemos un río que transcurre paralelo a una carretera, con un lago y montañas al fondo. Lo curioso de la imagen, es que no se ve ningún vehículo yendo por la carretera, aunque quizá si lo hubiera el efecto seguiría siendo el mismo: la sensación de que esa carretera sobra la mires por donde la mires. El paisaje tiene tanta fuerza que puedes olvidarte por completo de la carretera e imaginar cómo sería el lugar sin ella. Y aunque la fotografía en sí es sobrecogedora, si la mano del hombre no estuviera metida de lleno sería simplemente indescriptible la sensación de estar ahí. Porque la fotografía te imbuye, te mete dentro completamente del espacio.
La otra, simplemente me dejó con la boca abierta porque te sumerges totalmente en el paisaje. Mirándola de lejos, parece que la hierba brilla y se mueve, y que si te acercas un poco podrás acariciarla y sentirla fresca bajo los dedos. Que una fotografía pueda desprender algo así es que verdaderamente el fotógrafo es un artista. Pero para eso hay que verla en directo claro. Así de lejos, simplemente diré que la pequeña reflexión que se puede hacer es cómo a pesar de que el hombre intenta dejar huella allá donde pisa, finalmente la naturaleza se adueña de ello, de modo que ese edificio en ruinas que puede verse no parece ajeno al lugar sino todo lo contrario, parece pertenecer a él. Quizá si estuviese nuevo e lleno de actividad pensaríamos que qué hace algo así en un lugar como ese. Y sin embargo de esta manera no podemos llegar a imaginar el paisaje sin esa construcción destartalada.
Finalmente, y como conclusión, añadir que realmente ninguna de las imágenes tiene desperdicio, y animaros a todos los que podáis a que os paséis un rato por allí y podáis reflexionar vosotros mismos acerca de estas imágenes y otras muchas. Realmente es mucha la carga interna que tienen y que creo que merece la pena sopesar. Sobre todo porque hay muchos casos de lugares españoles donde sólo hay desierto, abandono y una total desolación. Ver cómo nos deshacemos de cosas que ya no nos son útiles sin pensar en su reutilización, en su cuidado... directamente, el desierto nos come. Y esto se puede aplicar perfectamente a barrios o zonas urbanas que se están dejando perder porque según "algunos" no merece la pena dedicarles la atención y el cuidado que se necesitan para su rehabilitación. Y lo mejor es que el hombre, como siempre, no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde.
Dalayn
Dalayn, muy buen comentario. Has reflexionado más allá de las imágenes. Has mirado la exposición y, sobre todo, la has pensado. Me acercaré a verla.
ResponderEliminarQuizás, el contraste no deba suponer algo peyorativo, y la idea de naturaleza no tiene por qué estar reñida con la de humanidad. Creo que en la imbricación y complementación de ambos conceptos está el acierto. En el título está la idea: espacios de hibridación.
ResponderEliminarY también creo que como futuros arquitectos, tendría que tener más componentes positivos que negativos que para cualquiera.
Sí, pero el problema es encontrar gente implicada que sepa hacerlo. El dinero mueve el mundo, no el respeto a la naturaleza o su complementación con ella. No creo que una urbanización en medio de la nada con un campo de golf artificial sea una forma de mejorar el estado del lugar, al menos no la mejor forma, y ni siquiera se hace pensando en que mejore el lugar.
ResponderEliminarY cuando se quiere mejorar, entonces la responsabilidad es de unos terceros a los que no les interesa el asunto o que tienen cosas más importantes que atender.
Tienes razón en que el contraste no tiene por qué ser algo peyorativo, pero depende de por qué contrasten. O quizá el defecto no esté directamente en lo que se ve, sino en lo que implica.
Me explico: una de las imágenes que he comentado es la que se ve un árbol y hierba con Manhattan al fondo. El contraste que hay no es algo malo de por sí: hay ciudad, y hay verde. Hasta ahí correcto. La pregunta es, ¿hay una mejor manera de combinar la ciudad y el verde? Porque en resumidas cuentas, Manhattan es una isla de acero con una isla verde en medio. Pero una isla de acero al fin y al cabo. De hecho, cuando piensas en Nueva York, no piensas en Central Park directamente, sino en los rascacielos. No es que sea bueno ni malo, simplemente es un contraste. Pero invita a reflexionar sobre si ese modelo de ciudad es mejor o peor que otro. Después de todo, los arquitectos también tenemos que tener en cuenta el urbanismo y con nuestros proyectos mejorar o empeorar un lugar, ya sea una cuidad o una montaña.
El otro día estuve en una conferencia de Ruiz-Larrea y nos mostró una "urbanización" que había hecho en Tenerife. Estaba entre dos montañas, todo lleno de árboles. Y sin embargo, las casas no parecían un pegote en medio de la exuberante naturaleza. Ni siquiera parece una urbanización. Quizá si se lo hubieran encomendado a otro hubiera talado un trozo de bosque y habría plantado allí una manzana de chalés con piscina en medio. Sin duda esa es la diferencia entre la buena y la mala arquitectura.
Pero volviendo a las fotografías, en sí no creo que sean una crítica al contraste, sino una reflexión sobre ello. Hay otra fotografía que estaba hecha en ciudad, y que había varios edificios más o menos actuales y en primer plano un descampado lleno de escombros, basura y otras cosas y un edificio en ruinas en medio. Realmente, ahí no hay contraste entre naturaleza y humanidad no? No hay naturaleza, en primer lugar. Pero eso no evita que te preguntes porqué alrededor está todo tan cuidado y esa parte es un basurero. E igual que sucede con un solar en medio de una ciudad, pasa con uno en medio del campo.
Y luego la de la portada. Ahí el contraste importa poco, ¿no? Total, estás en medio del desierto, no haces daño a nadie. Pero ¿porqué no preguntarse el porqué de ese desierto? Es algo que traspasa ya la arquitectura y la intervención directa del hombre, está recogido en todos los aspectos,
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