Aunque la gente se refiere a “arte” enfocándose sobre todo a la pintura o la escultura, realmente hay muchas formas de hacer arte.
Y si hay un arte que me encanta y me entusiasma, que me emociona y me hace vibrar, es la literatura. Cómo las palabras pueden remover nuestra conciencia, hacernos pensar, hacernos sentir, hacernos llorar, hacernos reír… Al igual que algún gran pintor puede dejarnos embobados admirando una de sus obras, un escritor que despierte la misma respuesta en nosotros al leer sus palabras no merece menor reconocimiento.
Pero si antes nombrábamos a Oscar Wilde, hoy quiero dedicar esta entrada a aquellos escritores que empiezan ahora, a aquellos que tendrán éxito un futuro más o menos próximo, aquellos que lo tendrán tras haber muerto (como tantos otros artistas antes) y a aquellos cuya producción se quede encerrada en cajón sin que nadie pueda apreciar su encanto.
Y para ello os dejo un “pequeño” microrrelato que escribí hace no mucho, y que no sé a qué grupo de los anteriores pertenecerá, pero con el que sólo espero dejar un poquito de mí. Cuando escribo siempre intento mandar algún mensaje, alguna crítica o algún pensamiento o emoción. Espero que con éste lo haya conseguido y que os guste ;)
PD: Me encanta la mitología, venga de donde provenga :P
Little Boy
Vagaba por una tierra, antaño fértil, que ahora sabía a polvo y putrefacción. La lengua se le deshacía entre los labios, la garganta se le hacía añicos y la sangre ardía bajo la piel.
Pero alguna fuerza que lo trascendía lo empujaba a continuar blandiendo su arma contra el invisible enemigo, ya fuera el honor, el deber, el patriotismo.
Luchar por causas en las que no creía, ése era el gran misterio de su vida.
Simplemente mataba, un soldado tras otro; las balas atravesaban sus miembros, convirtiéndolos en polvo. Era portador de la muerte, hasta que la muerte lo reclamó para sí. El polvo lo envolvió en una nube letal, ascendiendo hasta el firmamento sin estrellas en forma de un gran hongo. Él estaba fuera y dentro, podía ver la nube de tierra y sentir cómo lo ahogaba y lo destrozaba.
Algo explotó en su interior y todo desapareció. Sintió la lengua deshecha, la garganta destrozada y la sangre en ebullición. Unos ojos rasgados le devolvieron la mirada vacía… se sumergió en ellos y todo se volvió oscuro.
~*~*~*~
Los ojos se le salieron de las órbitas por la sensación de ahogo. Tosió para tratar de expulsar la tierra inexistente en sus pulmones, pero seguía sintiendo el pecho a punto de estallar. Una mujer lo zarandeó para que reaccionara. Él la miró fijamente hasta que consiguió calmarse.
— ¿Qué me ha pasado? ¿Dónde estoy?
La mujer lo empujó para que volviera a acostarse.
—Estás en Valhalla. Has sido elegido por las Altas Valquirias para participar en la guerra del fin del mundo, en nombre de Odín y todos los dioses.
La observó, perplejo. Ella le sostuvo la mirada, hasta que finalmente resopló.
—Otro escéptico —suspiró con exasperación —. En fin, deja que te lo muestre. Veamos…
Se hundió en sus ojos infinitos, o más bien ellos lo absorbieron en un maremágnum de imágenes indescifrables, que sin embargo le revelaban un significado inequívoco. Era como si el misterio del mundo se resolviera ante él, sin dejar lugar a dudas. La certeza de su muerte lo llenó de pesar, y no supo si llorar o reír. Hasta sus creencias habían quedado reducidas a la nada.
—Mañana a primera hora deberás estar abajo para ir al campo de entrenamiento —le dijo, interrumpiendo el contacto visual. Se notaba que estaba acostumbrada a dar órdenes, y a que éstas fueran obedecidas.
Él asintió con lentitud, intentando asimilar en un suspiro la eternidad de sus circunstancias y la forma del más allá. Soltó una risita delirante. Luchar por causas en las que nunca había creído: aquella sería la gran ironía de su muerte.
Alguien llamó a la puerta y la mujer se levantó para marcharse, mas antes de salir, le preguntó:
— ¿Cómo fue… mi…? — sintiéndose incapaz de pronunciar aquella palabra, decidió cambiar de pregunta —. ¿Dónde estaba?
El rostro femenino se suavizó y le dirigió una última mirada en aquel día.
— En Hiroshima. Cosas de vivos. La llaman Little Boy.
Dalayn