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martes, 2 de octubre de 2012

Motivos para sonreír



Hay ciertos momentos en los que no vemos más salida que tirar la toalla, cerrar los ojos y dejarnos llevar por el agua de la clepsidra, esperando, sin pena ni gloria, que llegue la resignación... Sin embargo, sin esperarlo, llega un motivo para sonreír y no podemos esquivarlo, no podemos huir de él, nos invade por completo, nos abre los ojos y nos hace ver que todo a nuestro alrededor es perfecto por un instante; pero los buenos motivos para sonreír son los que no son volubles, son los que te mantienen la sonrisa, en el rostro, y esa sensación, en el corazón, durante minutos, horas, días...

Los motivos para sonreír pueden ser tantos... una postal de una amiga que se ha acordado de ti, la fotografía graciosa de un pingüino, o un beso robado... Cada uno tiene su motivo para sonreír, en cada momento, solo o acompañado; pero lo que no podemos olvidar es:... ¡¡SONREÍR SIEMPRE!!  

                                                                                                            Artemaniaco

jueves, 2 de febrero de 2012

El León, La Falsa y El Desengaño.



Muchas veces me ha costado entender la malicia de las personas, su falsedad e hipocresía. Es verdad que ni yo soy tan santo, ni el cuervo tan negro, pero se me escapa del entendimiento como hay gente que puede tener el interior tan vacío y el exterior tan rebosante. ¿De que les sirve mostrar su cara amiga, si la otra está deseando morderte? Son como el león, manso cuando quiere, fiera cuando puede. Claro que el león suele poder sacar las garras cuando le viene en gana. Las personas, en ese caso, somos más cobardes, somos, más bien, como hienas carroñeras, esperando la mínima oportunidad para ensañarnos con presas débiles o moribundas.

Aún así, la falsedad de las personas va más allá, porque a las hienas se las ve de frente, sabemos de que pie cojean, y qué podemos esperar de ellas. Sería el caso de las personas bordes, que siguen sin tener empatía, pero que al menos son sinceras. De éstas están plagadas los cuentos infantiles, como por ejemplo, las hermanastras de cenicienta: ruines donde las haya, pero al menos, sinceras. Cenicienta en ningún momento se sintió traicionada por ellas, pues se mostraron tal cual eran y su actitud hacia la pobre cenicienta, aunque cruel, había sido coherente.

Ellas aún merecerían perdón; no así las personas falsas, aquellas que te brindan una "amistad" aparentemente sincera, creando un desengaño profundo cuando muestran su verdadero rostro. Este quizá sería el caso de Caperucita Roja y El Lobo, o La bruja de Hansel y Gretel, que les ofrece dulces, pero, cuando menos se lo esperan, apenas se dan la espalda confiados, pretende meterlos en el horno.

Así que puestos a no ser buenas personas, al menos, seamos sinceros; puestos a ser sinceros, al menos, intentemos ser mejores personas.

Artemaniaco.





 

viernes, 20 de enero de 2012

LA PRINCESA ESTÁ TRISTE.


La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? 
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, 
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. 
La princesa está pálida en su silla de oro, 
está mudo el teclado de su clave sonoro, 
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. 

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. 
Parlanchina, la dueña dice cosas banales, 
y vestido de rojo piruetea el bufón. 
La princesa no ríe, la princesa no siente; 
la princesa persigue por el cielo de Oriente 
la libélula vaga de una vaga ilusión. 

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, 
o en el que ha detenido su carroza argentina 
para ver de sus ojos la dulzura de luz? 
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, 
o en el que es soberano de los claros diamantes, 
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? 

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa 
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, 
tener alas ligeras, bajo el cielo volar; 
ir al sol por la escala luminosa de un rayo, 
saludar a los lirios con los versos de mayo 
o perderse en el viento sobre el trueno del mar. 

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, 
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, 
ni los cisnes unánimes en el lago de azur. 
Y están tristes las flores por la flor de la corte, 
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, 
de Occidente las dalias y las rosas del Sur. 

¡Pobrecita princesa  de los ojos azules! 
Está presa en sus oros, está presa en sus tules, 
en la jaula de mármol del palacio real; 
el palacio soberbio que vigilan los guardias, 
que custodian cien negros con sus cien alabardas, 
un lebrel que no duerme y un dragón colosal. 

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! 
(La princesa está triste, la princesa está pálida) 
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! 
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe, 
-la princesa está pálida, la princesa está triste-, 
más brillante que el alba, más hermoso que abril! 

-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-; 
en caballo, con alas, hacia acá se encamina, 
en el cinto la espada y en la mano el azor, 
el feliz caballero que te adora sin verte, 
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, 
a encenderte los labios con un beso de amor».

                                                     Rubén Darío


Artemaniaco.